miércoles, 2 de marzo de 2011

TODO UN PARTO

Por: Viviana Dávila Giraldo

El cuadro del ascensor marca el piso sexto. Se abre la puerta y dos futuros médicos, una señora entrada en años y yo nos bajamos del ascensor. Al lado derecho se ve una puerta de madera desgastada con una de sus naves abiertas por donde se pierden los dos estudiantes internos de medicina de la Universidad del Valle –su indumentaria blanca revela su rol en el hospital-.




En el lugar hay gran afluencia de médicos, visitantes, acompañantes, madres que vienen a control, y otras que están cercanas a dar a luz. Llama la atención en la entrada, la fotocopia de un recorte de periódico pegada en la pared titulado: "La salud tendrá 1,5 billones anuales: Juan Manuel Santos".

-¡Permiso, permiso! –Exclama un hombre junto a una mujer de pantalón, blusa y gorro azul que van custodiando, desde el fondo del lugar una incubadora que lleva a un recién nacido hacia una de las más de 5 salas que constituyen la unidad de pediatría. Por la cara de preocupación que trae el hombre y la premura con la que cruzan el pasillo, la situación del pequeño pareciera no ser muy buena.

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En una pequeña sala en la que parecen convivir estrechamente cuatro camillas, separadas por escasos centímetros de distancia, diez sillas de plástico, un baño y cuatro ventanas, nueve mujeres esperan pacientemente su turno para ser atendidas. Alguna de ellas sentadas con bolsas de suero en sus manos, con pañales debajo de sus pijamas: por si hay ruptura de membranas; soportando contracciones, náuseas, dolores de espalda y otras más, acostadas en las camillas disponibles, en situaciones no muy diferentes.

La mayoría de estas futuras madres, son remitidas al HUV desde centros de salud o de diversos hospitales de Cali por la complejidad médica que exige sus casos. Pero también porque no hay suficiente personal capacitado en esas instituciones o por circunstancias dramáticas como la que le ocurrió a Colombia Solís, a quien en el Hospital Carlos Holmes Trujillo le rompieron a punta de tacto la membrana amniótica, la dejaron casi exhausta y sin el vital líquido para su criatura. Ella fue trasladada de urgencias al HUV con el argumento de que no había equipos médicos para tratarla. Ese trayecto, que casi cobra la vida de Colombia y su primogénita, pudo ser fatal y sumarse a los 500 casos de mujeres embarazadas que mueren cada año en Colombia por fallas en el sistema de salud.

El movimiento afuera de la sala de espera no se detiene, entran y salen camillas de la sala de partos que trasladan a las mujeres que acaban de dar a luz hacia la sala de recuperación, si han tenido un parto exitoso, o hacia ARO (Alto Riesgo Obstétrico) si por el contrario están (bebé o madre) en riesgo.

Esta mañana han salido y entrado mujeres muy jóvenes, en su mayoría en edades comprendidas entre los 15 y 21 años, una observación consecuente para las cifras de más de 200.000 madres adolescentes que hay en el país. Unas que llegan a dar a luz por primera vez y otras, más ‘veteranas’, que esperan a su segundo y tercer hijo…

Camilo, un joven interno que desea especializarse en ortopedia, recuerda cómo una vez en una de sus rotaciones en sala de partos atendió a una mujer de 28 años proveniente de Guapi que venía a dar a luz a su hijo numero 12.

-Haga la cuenta-. Dice. -La mujer desde los catorce años ha venido pariendo hijos, pareciera ser que el grado de pobreza es tal que no tienen otra actividad de distracción con sus novios que tener relaciones sexuales, obviamente, además de la poca educación-. Finaliza.

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Entre la noche del viernes y la mañana del sábado 12 de febrero, han nacido 9 bebés. "Está barato", dice Marcela, una estudiante de medicina de la Universidad del Valle, quien se encuentra haciendo un registro de las pacientes atendidas hasta el momento. "Por lo regular hay un promedio de 11 niños diarios", sostiene la estudiante.

-¡Parto en camilla!- .Grita una de las dos internas que se encuentran de turno hoy en la sala de partos. De inmediato una auxiliar corre a una habitación que está al lado de la ‘isla’ donde se toman registros de nacimientos. La interna se apresura y se pone un gorro azul. A través de un ventanal un doctor de tez morena entra al lugar donde parece haberse dado el parto. A los 8 minutos, el llanto del nuevo ser inunda la sala. Acaba de nacer el bebé número 10 del día de hoy. El doctor, cargando en sus brazos a un pequeño cubierto entre unos ropajes blancos, sale de la habitación y la calma regresa a la sala.

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Las madres y los recién nacidos que no han presentado mayores complicaciones en su parto son traídas al cuarto de atención postparto, para analizar si sus condiciones son saludables y aptas para cuidar de los pequeños. Pues es común que algunas madres presenten hemorragias uterinas y alteraciones en la frecuencia cardiaca -entre otros sobresaltos- después de haber dado a luz.

En la entrada hay dos escritorios a cada lado, una auxiliar escribe sobre unos papeles, una mujer asea el lugar. Desde ahí se pueden contar hacia el fondo 8 recintos, cada uno con cuatro camillas distribuidas a lo largo de un pasillo de unos 25 metros. Hoy todos las habitaciones están ocupadas. Algunos por madres que acaban de dar a luz, otros por mujeres que están en observación y algunas más por casos como el de Jessica, quien lleva 11 días en el lugar por riesgo de aborto.

Un llanto a secas se escucha en un cuarto al lado izquierdo del pasillo antes de los recintos, por el letrero se entiende que ahí es donde se examinan a los nuevos seres: "cuarto de procedimientos al recién nacido".

Una mujer de baja estatura, cabello rubio y piel blanca tiene sobre una pequeña cama y bajo la luz de una lámpara con cuello de cisne a un niño de 38 semanas. El llanto del niño es comprensible pues la mujer saca de la parte superior de su mano varias gotas de sangre para descartar algún problema de bilirrubina, un pigmento de color amarrillo que se encuentra en la bilis y que se mide en los bebés de esa manera para poder detectar problemas en el hígado o en la vesícula biliar, evitando así que las criaturas tiendan a colocarse amarillas.

-Esto por lo regular se le hace a los niños que tienen antecedentes de madres con bilirrubina alta, VIH, o como en este caso de Quórum: cuando la madre tiene una infección vaginal y en el momento del parto se la puede transferir al niño-. Exclama entre el llanto del bebé, la jefe de turno.

Para llegar al final del pasillo donde se vislumbra un balcón enrejado, hay que pasar por las 32 camillas, donde algunas madres duermen, ven televisión, dan seno a su hijos, reciben las visitas de algunos padres -en la sala sólo se ven 4 probables padres- o comen.

 

La jefe de turno entrega el bebé a la madre, una mujer afro, de 17 años, contextura gruesa, que está sentada en una de las sillas que hay en el balcón desde el cual se puede ver el barrio los cristales de Cali. Junto a ella hay otras dos mujeres entre las cuales está Jessica, quien muy orgullosa y con un acento muy particular, cuenta a sus compañeras de sala, cómo ella tras su primera traba con pegante evitó que una menor fuera violada por dos tipos en la carrilera de un tren en Barrancabermeja.

 

-Y es que cuantos años tenía usted, pues-. Pregunta una de las muchachas.

-Ah no, yo tenía catorce-. Expresa Jessica, mientras se acaricia el estómago de 8 meses de embarazo que tiene al descubierto. De inmediato se hace un silencio y la sonrisa de orgullo de Jessica se esfuma.

Jessica, de escasos 45 kilos, sin los dientes de adelante, y trenzas en su capul, es una santandereana de 33 años que hoy espera al que sería su noveno hijo de no haber perdido a dos de sus bebés -una por una "’traba’ en la que se cayó y otro al que su cuerpo rechazó- y que desde su experiencia en la universidad de la vida dice que por más difícil que sea la situación, hay que mirar adelante y tratar de recibir la vida con la frente en alto así esta golpeé muy bajo. Diciendo esto se distrae y llama a las demás para mostrar que en el piso de abajo, un carro fúnebre acaba de partir con una pequeña caja de madera de color blanco. En Colombia cada cuatro nacimientos por minuto traen consigo una defunción y hoy el cielo ha recibido en su esfera celeste a un ángel más.

Han pasado diez horas desde la llegada del ascensor al piso sexto. Diez horas en las que la sala de partos presenció la llegada de muchos pequeños al mundo. Pero a lo lejos el llanto de un bebé pareciera indicar que el tiempo aquí no se debe contar, pues mañana comenzará de nueva esa lucha de mujeres como Colombia y Jessica, que sin importar el dolor, sufrimiento y ansiedad que implica un embarazo decidieron apostarle a la vida en la sala de partos del hospital universitario.

 

 

 

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  1. Daisy dijo... 19 de marzo de 2011, 17:47

    Me gusta como escribes! de verdad transmites lo que allá se vive!

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