martes, 29 de mayo de 2012

Crónica: "El oficio de ser mamá" por Jairo Alexander Zapata

Tener un bebé entre sus brazos, el sueño de muchas mujeres, la realidad de otras.

La experiencia de ser madre a corta edad, significa para cada una de ellas una experiencia única que les cambió la vida, el amor un motor que las impulsa.

Este cuento de hadas empieza en un reino no muy lejano, ellas no son tres princesas puras y virginales, tampoco son indefensas, ni están confinadas al encierro absoluto en una alta torre, ellas no tienen madrastras malvadas, no existen brujas disfrazadas de tiernas ancianas que las envenenarán con una manzana, no existen hechiceras que pretendan sumirlas en un profundo y largo sueño, ni príncipes de pantalones apretados, que cabalgan en corceles raudos y veloces en búsqueda de damiselas en peligro, esta historia no terminará en un "fueron felices por siempre" aquí, la vida sigue.


Dos de ellas encontraron a sus valientes caballeros que las acompañan en su diaria lucha y la otra aún lo espera evocando a la abnegada Penélope, que espera días y noches enteros a su amado Odiseo, sentada en una versión más moderna, en una vieja estación de trenes con un hijo en brazos, que ya dice: "papá".

A ellas las conocí a eso del 2001, cuando aún los mocos eran su plato preferido, cuando jugar a cargar muñecas, cambiarles el pañal y darles de comer a sus bebés de plástico, eran la excusa perfecta para sonreír y ser inmensamente felices. Nadie imaginó que esas niñas, hoy serían mujeres y que la largas tardes de juego se convertirían en una realidad que les permite ejercer el oficio de ser mamá.

En Colombia, se estima según la última encuesta nacional de demografía y salud reproductiva, que setenta y cinco por ciento de la población menor de veinte años, en las principales ciudades del país, ya ha empezado su vida sexual, resultado de esto el incremento de embarazos, en zonas urbanas setenta y nueve mujeres por cada grupo de mil y en zonas rurales ciento veintiocho por cada grupo de mil. Se estima además que una de cada cinco mujeres de quince a veinte años, ha estado alguna vez embarazada, dieciséis por ciento ya son madres y cuatro por ciento está esperando su primer hijo.

Corría el 2007, vivíamos la alegría de graduarnos del colegio, los sueños inundaban nuestras cabezas, cada uno dibujaba un futuro brillante, en el que éramos protagonistas de nuestra propia historia, sin embargo, la realidad, "fuerte muro" contra el que muchos nos estrellamos, nos hizo ver que no todo es color de rosa.

Con tan sólo 17 años y a unos meses de haber salido "del cole", Allison, la futura abogada, se enteró que sería mamá, una jugada del destino que la tiró de un golpe al suelo. Sus proyectos y sueños se trocaron, aceptar la existencia de un bebé en su vientre, le robaba el sueño, el militar de la fuerza aérea, que puso a sus pies la luna y las estrellas, ya no estaba, decidió huir dejándola con una responsabilidad que les correspondía a los dos.

"La decisión de tenerlo fue difícil de tomar", sin embargo en agosto de 2008 Juan Sebastián, llegó a este mundo. El sueño de estar tras un estrado se convirtió en una realidad lejana. Ella contesta teléfonos hace tres años y un poco más, detrás de un escritorio en un consultorio donde practican ecografías. Así transcurre un día normal en su vida, su mayor recompensa, un beso acompañado de un te quiero, al caer la noche, por parte de su pequeño hijo.

Otras dos historias se tejen

Andreína, logró con esfuerzo llegar hasta la Universidad del Valle, la química que estudiaba no fue más grande que la que su vida experimentó justo antes de quedar embarazada de quien para ese entonces era su novio, la relación no pasaba por su mejor momento, los dedos apuntaban sin piedad alguna, que la niña de la casa sería madre en unos meses.

Su bebé y las ganas de brindarle un hogar estable, la llevaron a dejar el orgullo y el dolor causado por su novio de lado, los rencores quedaron atrás y el amor que nunca se extinguió se avivó, el sueño de casarse se hizo realidad el 18 de diciembre de 2011, con lágrimas que rodaban por su rostro, a sus cinco meses de embarazo dio el sí ante quienes meses atrás apuntaron con sus dedos para juzgarle, Martín, llegó para iluminar los días de la nueva familia, nació el 17 de marzo de este año. Ahora ella divide su tiempo, entre atender a su pequeño hijo y cumplir con sus labores de esposa.

Claudia no ha escapado de una realidad fuerte, perdió a su mamá siendo una niña, eso le imprimió el coraje de luchar y de salir adelante por sus propios medios, trabaja desde los 16 años y ella misma es quien paga la carrera que estudia. Hace algún tiempo conoció al hombre con quien comparte sus días, en un apartamento al que pronto llegará un nuevo habitante.

Según sus cuentas el 6 de agosto de 2011, se fundió en un mar de pasión, resultado de ese amor, Nicolás, quien está a unas semanas de nacer. Su más grande temor, cuando se enteró que sería mamá, no contar con el apoyo del papá del bebé, quien ya tiene otra pequeña hija. Sus días se resumen entre trabajar, asistir a la universidad y convivir bajo la libre unión al lado de su esposo a la espera de su bebé.

Una mirada diferente

Dejando de lado los tres rostros femeninos de esta historia por un momento y dándole participación a otros que acompañan la experiencia que viven nuestras mujeres, El estudiante de último semestre de medicina, Germán Andrés Loaiza, tiene su propia visión sobre lo que significa traer un bebé al mundo.

Desde su óptica, "el proceso se inicia a través de un acto reproductivo, que implica el contacto sexual entre un macho y una hembra", como él mismo lo denomina de manera un poco fría para mí. Usando la terminología propia de su profesión, recrea la manera en que un bebé se forma dentro del vientre de la madre, son cuarenta semanas, correspondientes a nueve meses, divididas en tres trimestres, que explican el proceso de maduración del embrión.

Como una clase de biología, a las que cada una de las mujeres de esta historia asistió durante el colegio, él empieza su relato. Son aproximadamente cinco millones de espermatozoides los que un hombre eyacula dentro de la vagina de una mujer, que migran hasta el útero y las trompas de falopio, tratando de buscar un óvulo para poderse fecundar, solo uno de esos espermatozoides logra su cometido, en su cabeza trae la información genética del padre, mientras que el óvulo en su núcleo posee la de la madre fusionándose y dando origen a un solo ser.

Blastocisto, es el nombre que lleva esa primera célula formada de esa fusión, que empieza a dividirse durante los primeros días hasta formar un promedio, entre setenta y ciento veinte células al quinto día, que empezarán a formar el feto, para ese entonces ya se habrá fijado en el útero, ahí, el embrión pasará las próximas cuarenta semanas. Durante el primer trimestre se forman órganos vitales como: el corazón, el sistema digestivo, los riñones, el cerebro, el hígado y los pulmones, durante el segundo trimestre se forman los órganos de los sentidos y hay un proceso de maduración de los otros ya formados y en el tercer trimestre cada órgano empieza a desarrollar la función para la cual fue creado, hay un proceso de acomodación y adaptación del feto para llegar al mundo.

Una vez este proceso ha terminado, es hora de dejar todos los tecnicismos, sacar el lado humano y las emociones, una nueva vida llega a mundo, los nervios de tener dos vidas en juego son innegables para Andrés, pero no por eso olvida que, "lo más importante así suene despiadado, es preservar la vida de la madre, según él, por qué el nivel de desarrollo de un país se mide principalmente por la tasa de mortalidad materna", puesto que la muerte de una madre significa dejar al bebé en condiciones no aptas para su desarrollo.

El sentimiento gratificante llega al haber ayudado a traer un nuevo ser al mundo y de poder mantener viva la ilusión de una madre, el poder acompañar y ver el esfuerzo tan grande, los sentimientos de impotencia y soledad que experimentan durante el parto las mujeres y la fortaleza para aguantar el dolor cuando una cabeza de aproximadamente cuarenta centímetros de diámetro, atraviesa por su cavidad vaginal , son la muestra más grande de amor que puede existir entre dos seres.

La satisfacción del deber cumplido llega al oír el primer llanto traducido en una simple palabra: "vida". "El vínculo entre ellos se evidencia cuando aún ensangrentado el bebé llorando se posa sobre el vientre de su madre e inmediatamente deja de llorar, para empezar a sentir el amor.

Ser mamá significa para las tres princesas de este cuento, incertidumbre, dolor, pero sobre todo amor infinito que despierta las ganas de luchar contra el mundo por ese ser, que bajó del cielo para iluminar sus días. Allison reconforta su alma con la palabras que brotan de los labios de su hijo en las mañanas y noches de cansancio, Andreína encuentra "la plenitud y la felicidad entregando la vida de su pequeño y el hogar en que vive a Dios", Claudia, por su parte, espera la llegada de Nicolás pensando en el mañana, su hijo "será el mejor y su apoyo incondicional siempre lo acompañará".

Ese oficio, el de ser "mamá", cambió la vida de estas valientes mujeres, tres historias diferentes que se conectan a través de una experiencia, la de sentir el inmenso placer que trae consigo la maternidad. Su labor: enseñar, guíar, amar, construir un futuro, sanar las heridas y reconstruir las alas rotas de un ser que algún día querrá volar y buscar su propio horizonte. 

Estos trabajos han sido realizados por estudiantes del Taller de Comunicación Prensa, del 4° semestre del Programa Comunicación Social-Periodismo, orientado por la docente Yenny Viviana Cruz Pérez. Los productos hacen parte de la iniciativa de investigación en el aula denominada: Cali y sus contextos, llevadas a cabo en el período enero-mayo de 2012.



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