miércoles, 18 de agosto de 2010

La traición que me llevó a un laberinto sin salida

La vida de Javier Peralta* , ha sido una constante lucha entre juegos de ambición, violencia y muerte, fue miembro del F-2, Grupo de Inteligencia de la Policía Nacional, quien 19 años atrás viviera un auténtico calvario  por cuenta de los malos caminos que emprendió y las amistades que forjó. Hoy en día con la lección aprendida y algunos fantasmas del pasado, trata de seguir adelante con su vida.


Por Vanessa Álvarez Cuervo

Javier se sentó en la mesa del comedor, vestía una bermuda beige, camiseta roja y tenis que lo hacían lucir despreocupado, sin embargo, sus ojos mostraban lo contrario, lucían ansiosos y nerviosos, quizás pensando si sería conveniente contarlo todo.

Su pasión por la Policía lo llevó a formar parte de la Institución, presentándose para hacer el curso en Santa Rosa de Viterbo (Boyacá). “Allá cumplí los 18 años y lloré mucho, porque me sentía solo  y además estaba muy lejos de mi familia”. Su estadía en aquel lugar duró inicialmente 6 meses, más 4 adicionales, en los cuales debió tomar un curso de antinarcóticos pues sus superiores le vieron aptitud para esas labores.

Estando ya en  Bogotá, empieza a participar  de los robos de droga que se incautaba en los operativos, la cual luego vendían en los San Andresitos de la ciudad, práctica común de algunos miembros de estas Instituciones. Así, Javier fue torciendo su destino, convirtiéndolo lentamente en un camino lleno de espinas por el cual debió caminar con mucho  cuidado.

El trabajo de Javier mantenía en vilo a su esposa, pues este tenía que permanecer mucho tiempo fuera de casa y ella no sabía cuál era su paradero o si estaba vivo o muerto. “En una ocasión me tocó pedir traslado porque en una operación contra la Guerrilla, en la cual nos trasladábamos en 5 helicópteros, fuimos atacados al momento de desembarcar y solo 3 quedamos vivos, nos tocó correr hacia la selva, nos desorientamos y estuvimos perdidos por 4 días, en la mañana del cuarto día a mi esposa la habían llamado para que reconociera mi cuerpo, pero se dieron cuenta que yo no era uno de los caídos, en la tarde me llevaron a la casa y cuando ella abrió la puerta y me vio se desmayó”.

A raíz de la experiencia anterior pidió un traslado al Valle del Cauca de donde era oriunda su familia y la de su esposa, pero por un problema que tuvo con un Mayor, lo envían a Medellín porque en esa ciudad se tenía que reforzar el pie de fuerza debido al aumento de la violencia. Peralta ignoraba que el cambio de ciudad lo iba a enfrentar a cosas que nunca había hecho y a un desenlace que lo marcaría para siempre.

En Medellín los Policías eran un objetivo militar por parte de Pablo Escobar “Cuando llegué a esta ciudad viví en el Barrio Manrique, estando allí la gente le preguntaba a la dueña de la casa en la cual yo vivía  qué hacía yo, como no podía decir que era Policía porque me mataban, la señora dijo que yo era uno de los sicarios al servicio de Pablo Escobar”.

Un destino imposible de cambiar

Se unió al F- 2, en el Grupo de Antinarcóticos, sus compañeros no eran muy amistosos porque sabían que venía de la Central de Inteligencia de Bogotá y sospechaban que él venía a hacer labores de inteligencia.

En ese tiempo, los Policías no ganaban mucho dinero y Javier estaba atravesando una difícil situación económica, lo que hizo que nuevamente volviera a ser tentado por la ambición y los robos de droga, mientras Peralta contaba todo esto, su rostro lució tenso como si nuevamente viviera ese momento de su vida.

Teniendo ya  estabilidad económica, Javier entró al Grupo de Limpieza del F-2, como se conoce, estos grupos son para asesinar a las personas que supuestamente no le aportan nada a la sociedad. “Me hicieron una prueba para ver si podía cumplir con ese trabajo, me llevaron a un desechable y me tocó matarlo”. 

Cuenta Peralta que al principio le dio un poco duro, pero que después ya no le importaba, solo se encargaba de matar, en ese momento sus ojos se transformaron, dándoles un toque de maldad y perversión.

Hasta ese momento todo pareció marchar bien en la vida de Javier, siempre es así, cuando se sube como espuma se baja como coco y más aun  si se ha llegado a la cima pero no obrando de la manera correcta.

“En un operativo que me tocó en Manrique, casi me matan, porque cuando llegamos a una casa nos encendieron a plomo y yo estaba en la puerta de esa casa, una bala me rozó la cabeza y me hirió, llegó el refuerzo y cogimos a un tipo que pertenecía a una bandolita y lo llevamos al calabozo, lo único que  sabíamos era que la familia del tipo trabajaba con oro, pero pues no pasaba nada”. 

Lo que mal comienza, mal termina

Difícilmente, en condiciones normales, se puede confiar todo a los amigos y lo anterior es ampliamente valido en el medio en el cual Peralta debía trasegar a diario. Los dos compañeros que acompañaban a Javier el día del operativo en Manrique, lo utilizaron como “gancho ciego”, por el raspón que este llevaba en la cabeza le dijeron a la mamá del tipo que habían capturado, que si no pagaba 6 millones  no dejarían salir al muchacho de los calabazos y le iría peor porque había herido a un Policía, en esta ocasión, Peralta desconocía todo los que sus dos compañeros planeaban a su espalda. 

Como se había acordado, la madre del detenido pagó la suma de dinero que le pidieron y el muchacho fue puesto en libertad, pero no todo fue felicidad.

La corrupción de algunos miembros de los Organismos del Estado, como el caso de Javier, es una práctica de vieja data en nuestro País, en la actualidad se está viviendo el lío de las “chuzadas del Das”, Asesores del Presidente, Periodistas y Magistrados han sido víctimas de las intercepciones telefónicas ilegales al parecer por Agentes de Contrainteligencia.

Como no todo lo que brilla es oro, un Teniente que no veía con buenos ojos a Peralta y a sus amigos, revisó minuciosamente los documentos que permitieron liberar a el hombre capturado en Manrique, como era de imaginarse había irregularidades por doquier, este Teniente ordenó recapturar inmediatamente al liberado y este a su vez alegó el porqué de su nueva detención si el ya había pagado todo.

“Ahí empezó todo el problema, me hicieron formar con mis supuestos amigos para un reconocimiento, la mamá del pelado me sacó a mí y a esos dos, pero yo ni me imaginaba el problema que se me venía encima”. Javier le preguntó a sus compañeros que era lo que estaba sucediendo, pero estos le siguieron respondiendo lo mismo, que era un pequeño problema que pronto se iba a solucionar.

Peralta fue conducido a indagatoria y en ella se limitó a contar lo que sabía, lentamente se fue dando cuenta que detrás de todo el enredo había dinero de por medio. Qué ironía pensó, él que se preciaba de ser el más hábil en las lides del engaño y la mentira, había caído en una trampa de la manera más ingenua e inocente. Se sentía en un laberinto sin salida, del cual no tenía la más remota idea de cómo salir.

Javier y sus compañeros fueron conducidos a la cárcel de Policías, allí se les enjuició y declaró culpables del delito de concusión, se les condenó a 6 años y después fueron reubicados en la cárcel de Bella Vista, en Medellín.

“Me sentía muy triste, melancólico, solo y sobre todo impotente porque no podía hacer nada por mi esposa ni por mi hija que ya venía en camino”. Peralta no podía salir de ese patio porque lo mataban y si salían hacer deporte o al médico tenía que salir bien escoltado.

   Sus días en la prisión no fueron propiamente un jardín de rosas. “Me sentía muy triste, melancólico, solo y sobre todo impotente porque no podía hacer nada por mi esposa ni por mi hija, que ya venía en camino”. Peralta no podía salir del patio en el cual estaba recluido, porque su vida corría peligro y si salía a hacer deporte o al médico, tenía que ir bien custodiado.

Javier solo debió cumplir 3 años de condena por trabajo, estudio y buena conducta. Cuando ya cumplía 2 años de estar tras las rejas, finalmente conoció a su hija “Cuando vi a mi hija, me sentí contento, súper feliz y sobre todo lleno de aliento para seguir adelante”.

Peralta tocó el cielo con las manos pero rápidamente descendió a los infiernos, el fin de su carrera policial y el haber perdido 3 años de su vida fue el alto precio  que debió pagar porque lastimosamente todo lo que se hace mal en la vida tarde o temprano se termina pagando.

( * ) El nombre ha sido cambiado por motivos de seguridad.

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